LOS
RITUALES DE FIN DE AÑO
Existen dos formas de vida:
cristiana y pagana, con Dios o sin Dios. Vivir con una forma de vida cristiana
significa comprender que Dios es el dueño de nuestra vida, de nuestro tiempo,
de nuestro existir; que por Él nos movemos y somos. Así lo entendían nuestros
antepasados cuando, sumergidos en una cristiandad dorada, constantemente hacían
referencia a Dios.
Todavía conservamos, aunque
a veces incompletas, algunas de las fórmulas de confianza en Dios: buenos días…
le dé Dios. A Dios… lo encomiendo. Salud… te de Dios. Jesús… te ayude. Para
servirle… a usted y a Dios. Dios mediante. Con el favor de Dios. Si Dios
quiere… etc.
Todavía nos persignamos
antes de iniciar un trabajo, sobre todo si es difícil o peligroso. Sabemos que
nuestra vida y el tiempo que vivamos son de Dios.
Celebrar cristianamente el
Año Nuevo consistirá en agradecer a Dios la vida que nos ha dado y los dones
con que nos ha bendecido. Asistimos al Templo a la Santa Misa en la última
noche del año para dar gracias a Dios, para pedir que nos llene de bendiciones
el próximo año, para pedir perdón por nuestras fallas y debilidades y ofrecer a
Dios nuestros buenos propósitos como una ofrenda grata a los ojos de Él. En
México se acostumbra llevar a bendecir las doce velas que se encenderán cada
día primero de mes para agradecer al Padre Dios que en su Providencia Divina
nos da siempre casa, vestido y sustento.
También, la forma de vivir a
lo pagano o sin Dios, es creer en la “suerte”, y para favorecer esto, usando
amuletos preparados para conseguirla y asegurarla, se cae en la superchería,
brujería o magia. El Año Nuevo es una promesa de vida y entonces, en lugar de
recurrir a Dios se recurre a la magia para conseguir de ella lo que sólo Dios
puede dar. Por ejemplo, es superchería comer apresuradamente doce uvas al ritmo
de las campanadas de la media noche, para pedir un deseo por cada uva, para
asegurar la “alegría y bienestar” para el año que inicia.
Otra
superstición muy difundida y sobre todo explotada por la demanda en el mercado
es el de ponerse ropa interior de color rojo para conseguir, supuestamente,
garantía en el amor y amarilla para conseguir dinero.
Barrer hacia afuera para
“echar de la casa todos los males” o dar vueltas a la manzana cargando maletas para
viajar mucho.
Entra en lo mágico los
famosos “borreguitos” que se usan para conseguir “lana” o las semillas que se
llevan a “bendecir” para conseguir abundancia. O también, y la última “moda”
son los ángeles disque poderosos o herraduras con ajos, listones rojos, etc.
Lo más lamentable de todo,
es que toda éstas creencias supersticiosas se han venido infiltrando en la
práctica católica, pues hay personas que consideran que no tiene nada de “malo”,
sin darse cuenta que al tener estas creencias se desplaza a Dios y se le da
“más poder” a todo esto.
Es realmente preocupante
permitir contaminar la fe con toda esta práctica supersticiosa, transgrediendo
el Primer Mandamiento: “Amarás a Dios
sobre todas las cosas y sólo a Él adorarás”.
Pudiera ser que para algunas
personas, toda esta práctica sea algo “inocente”, carente de toda maldad y que
se realiza como un acto que “todos hacen”, sin embargo no se está tomando en
cuenta lo que Dios nos pide a los que creemos en Él; recordando las palabras de
nuestro Señor Jesucristo: “El que no está conmigo, está contra mí, y
el que no junta conmigo, desparrama. El que tenga oídos para oír, que oiga”.
Pbro. Mtro. Raúl Zarazúa Sánchez
No hay comentarios:
Publicar un comentario