¿EDUCAR CON GOLPES?
Pegarle
al niño es mortificarlo, abusarlo y herirlo; hay personas que piensan que los
niños, en ocasiones “necesitan” de una nalgada. Los niños golpeados crecen con
profundos temores e inseguridades, se les limita en sus habilidades de ser
autónomos y responsables, considerando que el maltrato y el golpe es lo más
“normal” para educar dentro de la propia familia. Los niños que son golpeados
generan dentro de sí mismos sentimientos de odio, impotencia, coraje,
desilusión, humillación y frustración. Se autodefinen no queridos, rechazados,
denigrados, sin capacidades positivas, despreciados, solos y constantemente
amenazados. Lamentablemente el niño que fue víctima de maltrato y violencia, se
convierte en maltratador y verdugo de personas más vulnerables aún, iniciando
con compañeros, con relaciones de amistad, de noviazgo, de pareja, hasta llegar
nuevamente con los propios hijos, repitiendo así el patrón conductual enfermizo
y lacerante, de generación en generación.
Un
golpe jamás ayudará, y mucho menos educará, sin embargo, lastimará
profundamente, sin llegar a corregir lo que se pretende corregir. Cuántas veces
se piensa, en un gran sector de personas, que el respeto es lo mismo que el
miedo y el temor, pues el padre o la madre de familia que cree que puede
imponer “respeto” a través del maltrato, el golpe y la humillación, está
tomando un camino totalmente equivocado. Nadie tiene el derecho de abusar o
someter a otro ser humano, o de golpearlo, torturarlo, humillarlo o avergonzarlo.
En muchas familias, desgraciadamente se les olvida que los niños son, ante
todo, seres humanos que merecen todo nuestro respeto, amor y comprensión.
Cuando el niño es maltratado, asocia a su familia que lo agrede con el peligro,
y no puede amarlos a plenitud, ni podrá confiar en ellos.
La
confianza, la comunicación, el amor y el respeto, van desapareciendo,
desarrollando sentimientos negativos y emociones contrarias dentro de la misma
persona que es víctima de maltrato y golpes. No solamente la repetición de
conducta violenta es lo que desemboca a ser padres golpeadores, sino que muchas
veces es la falta de manejo de las propias emociones y manejo de la ira, lo que
desencadena esta actitud que destruye siempre a sí mismo, así como a los demás.
Debemos de pensar que educar a los hijos será la gran “empresa” de los padres
de familia, y que siempre debe estar enmarcada esta educación dentro de los
parámetros del respeto, disciplina, y sobre todo, amor. El primer patrón de
conducta que identificarán como algo propio y lo reproducirán en la mayoría de
los casos, es el de los padres, que se convierten en modelos perfectos a
seguir.
Estamos
llamados a poner límites con respeto, y sobre todo a educar a los hijos,
enseñarles que todo acto trae consigo una consecuencia, a veces a favor, y en
ocasiones en contra, según el propio actuar. Aprender que las “consecuencias”
de determinada acción, en particular, cuando se transgreden los límites, no
serán humillantes, denigrantes y violentas. Es importante premiar y reconocer
el esfuerzo del niño, aunque no satisfaga nuestras expectativas rígidas e
inflexibles como papás. Aprender a premiar lo bueno, más que “castigar” lo
malo. Por tanto, cambiar el nombre de “castigo” por “consecuencia” sería lo más
oportuno, pues la palabra “castigo” remonta a un ser malo y justiciero que lo
ejecuta, en este caso el que impone el castigo, mientras que la “consecuencia”
es el resultado responsable de las propias decisiones. Así la consecuencia en
lugar de ser el “castigo” de lo mal hecho, será la falta de “premio” o estímulo
positivo, por el acto negativo que se cometió. De este modo, los niños
aprenderán el verdadero respeto y amor dentro de su educación, sabiendo que se
tendrán siempre normas y existen límites para ajustar la propia vida y poder
convivir en armonía y respeto con todos los demás.
Pbro. Mtro. Raúl Zarazúa Sánchez
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