domingo, 10 de febrero de 2013

"SAN JOSÉ"


SAN JOSÉ

ESPOSO CASTÍSIMO DE MARÍA Y

PADRE ADOPTIVO DE JESÚS

A San José, Dios le encomendó la inmensa responsabilidad y privilegio de ser esposo de la Virgen María, padre adoptivo de Jesús y custodio de la Sagrada Familia. Por eso es el santo más importante, después de María Virgen, pues estuvo íntimamente más unido y más cerca de Jesús y a la Virgen Santísima.

Su Festividad de celebra en toda la Iglesia el 19 de Marzo, con gran gozo y entusiasmo. El Buen San José nos lleva inmediatamente a Jesús y a María la Virgen, es imposible disociarlo de ellos. Su vida está de tal manera unida a la del Salvador y a la de su Madre, que sin ellos no tiene razón de ser. Dios le confió los primeros tesoros de la salvación, y él fue el primer beneficiario de esta salvación, con la mayor gracia del cielo.

Si la santidad no es otra cosa que la unión con Dios, si el mayor crecimiento de la santidad la da el amor a Dios. Y José desposado con la Virgen María, murió en los brazos de Jesús, el Dios hecho hombre, por eso la Iglesia lo proclama como Patrono y defensor de esta, y al mismo tiempo como patrono para obtener una buena muerte, asistido por la Santísima Virgen María, en los brazos de nuestro Divino Redentor, Jesucristo.

José, padre virginal y casto de Jesús, amó a Jesús como un auténtico hijo, como nadie lo ha amado en el mundo, después de María Santísima.

La gracia que Dios daba a José estuvo siempre en proporción de la altura de su propia misión, y misión tan grande como la que Dios le confiaba a José, que no se la ha confiado jamás a ningún otro mortal.

Cualquiera diría que al hablar así, nos dejamos llevar por un entusiasmo fácil, y que la vida de San José discurrió toda ella por un camino sembrado de rosas. Ciertamente que no hemos de quitar la poesía entrañable que encierra la vida de José en Nazaret, pero el Evangelio nos dice cómo desde los primeros contactos de José con Jesús, estuvieron marcados con la angustia y la preocupación. Para entenderlo, hay que saber leer entre líneas del Evangelio de Mateo. María ha regresado de su visita a Isabel, su anciana prima, y viene a Nazaret con los síntomas indiscutibles de la maternidad. María Santísima es incapaz de una infidelidad, pero el hecho está ahí bien claro… ¿qué hacer? José no duda de María, se le parte el corazón al tener que tomar una resolución definitiva. ¿Dejarla en secreto?, y Dios interviene decisivamente, cuando se le aparece y le dice: “José, descendiente de David, no temas quedarte con María tu esposa, porque la creatura que lleva dentro es por obra del Espíritu Santo. Te dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará de los pecados a su pueblo”.  Resueltas todas las dudas, José asume toda la responsabilidad que Dios le encomienda. Cuidará de María y la guardará intacta para el Señor. En Belén, en Egipto, en Nazaret, se multiplicarán sus inquietudes, pero será siempre el fiel custodio de Jesús.

Enseñará un oficio a su hijo querido, lo formará hombre, se preocupará por todo lo necesario para su total desarrollo…Jesús le corresponderá con cariño inmenso, lo llamará ¡papá! A boca llena, y será el mismo Jesús quien recoja el último suspiro de José y ponga su alma en las manos de Dios su Padre.

Al examinar la vida de José a la luz del Evangelio, notamos a la primera que el Evangelio no nos conserva ni una palabra de José, porque José hace, no habla. José recorre el camino de la fe cumpliendo con fidelidad todos los oficios de padre con el Dios encarnado. Circuncida a Jesús, le impone el nombre, lo encuentra una vez perdido, en el templo, lo salva y cuida en la huida a Egipto. En Nazaret mantiene, educa y enseña a trabajar al Hijo de Dios hecho hombre, de modo que este se desarrolle y crezca en sabiduría y en gracia delante de Dios y de los hombres.

El contacto con la divinidad de Jesús, escondida en su cuerpo como muchacho, influye de modo extraordinario en la vida de José, que mientras trabaja está unido siempre a Dios y su unión con Dios le lleva a trabajar siempre más por el mismo Dios. José es el modelo más perfecto que tenemos de trato íntimo con Jesús, de trabajo asiduo por Jesús, de oración íntima en una vida escondida con Cristo en Dios.

Hoy desde el cielo, San José sigue custodiando a la familia de la Iglesia, acojámonos a su poderosa intercesión, que él nos llevará en sus brazos, como llevó a Jesús.

 

Pbro. Mtro. Raúl Zarazúa Sánchez

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